domingo, 19 de octubre de 2008

Crónica de Ivana Piredda

Crónica

“La verdadera explicación, sencillamente no se puede explicar”, por Ivana Piredda

Un relato cronológico en que la autora recoje las dos campanas que necesita para fundamentar el eje central de su trabajo de investigación: una familia humilde que se atrevió a criar como propio un hijo que su familia biológica nunca quiso, y un psicopedagogo, una vos experta, que explica de manera clara las posibles causas de dichos maltratos. La motivación personal de la autora están presentes explícitamente: quiere conocer, comprender, o por lo menos, tratar de comprender cómo es posible que la inconciencia de dos adolescentes puedan hacer tanto daño a un ser tan inocente e indefenso como lo es Alexis. La historia es contada desde adentro, utilizando una descripción detallada de las condiciones en que se encontraba el niño antes y después de que la familia Graso lo rescatara y le diera la posibilidad de crecer en un ambiente sano y adecuado. También, es contada desde afuera, es decir, al incluir una voz experta, le da a la crónica el respaldo de un profesional, necesario para convertirse en un texto de investigación periodística, a diferencia de un relato literario. Como lectora, debo reconocer que el relato me conmocionó. Conocer esta historia de abandono y tristeza, que se convierte en una historia de amor, y la reflexión final de la autora, hacen tomar conciencia de cuán cruel puede ser una persona al abandonar un hijo, y cuán fuerte puede ser el instinto de una familia para adoptar un niño al borde de la muerte. Es probable que contar esta historia desde dos enfoques distintos le haya servido a la autora para cubrir sus expectativas de investigación a partir de la propia motivación.

Reflexiones sobre el género: Crónica

Crónica

Reflexiones sobre el género


La crónica pemite que la mirada crítica y subjetiva del autor esté presente sin perder legitimidad como género de investigación de periodisno de no - ficción válido como tal. Resulta llamativo el hecho de formular un texto de investigación que incorpore fragmentos de entrevistas y pasajes narrativos para dar como resultado un relato rico en imágenes visuales que den cuenta de una realidad digna de ser contada. En palabras de Amar Sánchez, en “El relato de los hechos”:

[...] los relatos de no ficción -testimoniales- no son simplemente transcripciones de hechos más o menos significativos, por el contrario, plantean una cantidad de problemas teóricos debido a la peculiar relación que establecen entre lo real y la ficción, entre lo testimonial y su construcción narrativa.

Es decir, que para realizar una crónica verosímil se debe buscar un equilibrio adecuado entre aquello que forma parte de la realidad de los testimonios de los protagonistas, y su presentación a lo largo del texto. La incorporación de una multiplicidad de voces que den cuenta de distintos enfoques sobre una misma problemática conviven en el texto de una forma que muchas veces se contrapone con otros testimonos, o que refuerzan el eje central de la investigación. La crónica es una mirada, un punto de vista, respecto de un suceso o acontecimiento que se desarrolla en un tiempo y en un espacio determinado, pero no deja de ser un enfoque, el producto de una versión de los hechos: como asegura Amar Sánchez, “no hay una realidad, sino múltiples realidades contruídas socialmente”
La relación con la literatura presente en la descripción detallada y minuciosa de los aspectos a los que el cronista le da relevancia en el relato, y la consulta de fuentes alternativas que forman parte de los datos “duros” de la investigación periodística, (históricos, documentales, bibliográficos) produce un texto que termina convirtiendose en un híbrido, producto de un cruce entre “lo periodístico” y “lo literario” (Amar Sánchez).
La narración literaria permite la ultilización de sus recursos para contar los hechos de la realidad que difiere de otros géneros informativos más estructurados y consevadores en cuanto a la presentación de la información y las formas del discurso utilizadas.
Un recorrido del cronista por un sitio determinado, muchas veces desconocido, puede dar como resultado un relato no ficciol que utiliza recursos de géneros literarios muchas veces, ficcionales.

Noches de arrabal

Noches de arrabal


En la puerta del Club Armenio, se agrupa un tumulto de gente. Unas enormes puertas dan la bienvenida a un espacio inundado de tango arrabalero. La típica música del Rio de la Plata se deja escuchar despacito desde el subsuelo.
Ubicada en pleno Palermo Viejo, “La Viruta”, una popular escuela de tango y milonga, ofrece entre otros servicios, clases de baile, cena y shows en vivo. El ambiente cálido y familiar le da a la viruta un aire de informalidad más relajado que en aquellas milongas más típicas y tradicionales, dónde ciertos códigos se respetan a rajatabla, como la vestimenta: el traje impecable para los hombres y el vestido ceñido y zapatos con tobillera para las mujeres. Aquí, en La Viruta, todos lucen un atuendo elegante-sport. Eso si, es probable que si cruzamos fuera de la milonga a alguna de las mujeres que son habitués del lugar, midan unos cuántos centímetros menos. Caminan con elegancia y habilidad subidas a unos taco aguja que rondan entre los 8 y 10 centímetros de alto.
Casi todas las mesas estatégicamente ubicadas para no entorpecer el paso, están ocupadas. Grupos de personas charlan animosamente mientras disfrutan de la cena, generalmente acompañada con un buen vino. La puerta de la cocina no tiene descanso. Ricardo, un mozo del lugar, comenta que lo que más sale son las comidas criollas a la carta, ya que los turistas no sólo vienen por el tango, sino también para probar las delicias gastonómicas que el menú ofrece. Para aquellos que no quieren demorarse demasiado para salir a las pistas, la pizza casera y las minutas son una opción recurrente.
Desde temprano, la casa organiza clases de tango con el objetivo de iniciar a los interesados en aprender los pasos básicos del 2 x 4. Un animador invita a acercarse a la pista a tímidos y vergonzosos, que se ubican en una ronda algo desprolija al rededor de la pista. Rápidamente, el salón queda divido en tres sectores, en los cuales estudiantes principiantes, intermedios y avanzados comienzan a calentar los motores que les permitirán girar al rededor de la pista durante toda la noche, abrazados a tantos compañeros de baile como les sea posible.
Los aprendices siguen con atención las indicaciones de los docentes, que explican de manera clara y sencilla cómo deben desenvolverse en la pista. Ocho pasos básicos que pueden combinarse para crear un sinfin de formas y figuras, componen el repertorio de los expertos, quienes demuestran en cámara lenta cómo defenderse ante un tango o una milonga. De un lado las damas, de otro los caballeros, y la música tenue acompaña a los principiantes deseosos de poner en práctica los pasos aprendidos. Jóvenes y maduros, porteños y extranjeros, todos imitan el lento deslizamiento de los pies de los docentes. Esta primera aproximación al tango permite que los principiantes puedan desenvolverse con mayor soltura a la hora de milonguear.
Del otro lado, bailarines un poco más avanzados practican figuras más complejas y algunos trucos complicados. Los hombres toman con delicadeza a sus compañeras, y ellas se dejan llevar, se entregan al baile como hábiles gacelas.
Al costado de la pista, una niña de piel pálida y rizos rubios observa al grupo de novatos. Su madre le insiste para que se sume a la clase, pero ante la negativa de la pebeta vergonzosa, sólo le hace una pregunta antes de continuar con su práctica: “Why not!?”. Kim tiene 41 años y vino desde Canadá junto a su familia. En sus vacaciones por Buenos Aires, no dudó en convencer a todo el grupo familiar para que la acompañen a tomar unas cuantas clases de tango, para luego quedarse hasta la madrugada en la milonga.
A medianoche, las mesas se corren y se da comienzo a la milonga propiamente dicha: las parejas se unen al azar y se enredan en una coreografía improvisada al compás de la música. Aquellos que ya tienen los pasos de baile incorporados, rompen el hielo y ocupan el centro de la pista frente a la mirada de decenas de personas. Poco a poco, se van sumando bailarines hasta que el salón queda colmado de parejas. Entoces sí, en la masa bailante se puede visualizar con claridad la gran variedad de personas que asisten a la milonga. No hay diferencias de edad ni de status social que valgan a la hora del baile. La apertura mental que se debe tener para abrazar a un completo desconocido durante tres minutos, y dejarse llevar por la música melancólica del piano y el bandoneón, invita a dejar afuera cualquier tipo de prejuicio a la hora de bailar.
Giros inesperados para no chocarse, alguna sonrisa cómplice (consecuencia de algún pisotón), y los más variados firuletes de a dos, son moneda corriente en la pista.
Entre pieza y pieza, los cambios de pareja se suceden uno tras otro. Promediando la noche, la orquesta “La Típica Criolla” seduce con sus notas a los bailarines. Una voz melancólica, digna de ser confundida con esos antiguos discos de long-play, entona diversos tangos desde un escenario hábilmente iluminado. Mientras tanto, en la pista casi en penumbras, una gran cantidad de parejas disfruta de la música en vivo que da un aire tradicional a la velada.
De repente, una voz en off anuncia que algo inédito está por ocurrir. Los parlantes dejan escuchar la voz de Luis Miguel entonando un clásico bolero: “Su amor es como un grito/ Que llevo aquí en el alma y aquí en el corazón/ Y soy aunque no quiera/ Esclavo de sus ojos, juguete de su amor...”. Una gran expectativa inunda el aire. Una pareja se ubica en el centro de la pista desierta. Ella viste un vestido blanco, inmaculado, que deja ver unas piernas contorneadas por tantas noches de milonga, sostenidas por unas sandalias altísimas. Él, con un elegante traje negro, se arrodilla frente a su compañera y al grito de: “¡La quiero!” saca de su bolsillo un anillo que coloca en el anular de su mujer. Mientras se abrazan, los aplausos y silbidos surgen espontáneamente de todos los espectadores del romántico episodio. Silvia y Marcelo se conocieron en este lugar hace algunos años, y fue aquí mismo, entre estas paredes que vieron nacer su amor, el sitio elegido para comprometerse públicamente. Luego de un año de convivencia, habían decidido comprometerse con anillos y fiesta incluidos. Sin embargo, la propuesta sorprendió a Silvia, que se empilchó para una noche más de milonga junto a su novio sin siquiera presentir que podía ser protagonista de semejanto acontecimiento. El baile continúa, mientras amigos y familiares se acercan y felicitan a los flamantes comprometidos.
Mientras nuevas parejas se forman en la pista, la misma voz en off ahora anuncia el 2 x 1 en tragos y cerveza que la barra ofrece a los milongueros. Román, un muchacho de 29 años de contextura mediana se acerca y pide un chopp, con un claro acento francés. Vino hace tres semanas desde París, no sólo para perfeccionar el idioma, sino también para adentrarse en la cultura tanguera de la capital porteña. En su primera visita a Buenos Aires, quizo poner a prueba los conocimientos que adquirió durante un año en una asociación de tango con profesores argentinos. Asistir a la clase de tango le permitió refrescar los trucos y técnicas que aprendió en París. Se sorprende por el aire familiar de La Viruta, ya que tuvo la oportunidad de asistir a otras milongas cuyo ambiente frío y cerrado influyó en la dificultad para conseguir una pareja de baile. Para Román, como para muchos, no hay necesidad de conocer a la compañera, sino que sólo se trata de compartir el momento y disfrutarlo al máximo posible. Al terminar el chopp, se despide amistosamente y se acerca sin vacilaciones a una señorita para invitarla a compartir una pieza de baile, tal vez dos o tres.
Desde que la Ley Antitabaco rige en la capital porteña, hace aproximadamente 2 años, el “Salón Fumador” comienza de la puerta para afuera. Una joven elegante, de piel blanca y largos cabellos rojizos se acerca y pide un cigarrillo. Su nombre es Salima, tiene 20 años y hace 2 años da clases de tango en La Viruta. Su madre era habitué del lugar, y como no quería dejarla sola, la trajo a milonguear cuando apenas tenía 14. Empezó a bailar aquí, y aquí se quedó. Recuerda que en sus comienzos, el lugar era más familiar, pero fue creciendo y hoy, los fines de semana, se colma de principiantes, generalmente turistas, y grupos de amigos que se juntan tempranito a cenar, para luego gastar la suela de sus zapatos, milongueando hasta las seis de la mañana. Sonrie sonrojada ante una pregunta quizás algo indiscreta: ¿Hay algo detrás de una simple invitación de compartir una pieza de baile? Claro que sí, porque hay mucha soledad camuflada en la danza. Salima tuvo que aprender a manejar ciertas situaciones incómodas, como aquella vez en que un caballero cuarentón le invitó con un trago luego del baile. El tango, esa música arrabalera arraigada en la sociedad porteña e irresistible para los extranjeros, representa el deseo de las personas de abrazar y ser abrazadas. Aunque sea por el tiempo que dure una canción o dos. Es pasional, sí. Pero también es triste, melancólico. La búsqueda de una compañía, aunque sea efímera, la necesidad de sentir esa extraña conexión, y la soledad que aqueja a muchos milongueros, empuja a solitarios de la noche a adentrarse en un mundo en el que sea posible sentir el cálido roce de las manos de su pareja de turno.
Bien tarde, al rededor de las tres de la madrugada, la entrada libre da paso al arribo de los tangueros tradicionales. Hombres y mujeres que esperan el momento de ingresar a la milonga para demostrar la rica experiencia que les dieron noches y noches de práctica del 2 x 4 . Son admirados, y sobre todo, codiciados. Ellos, son los más solicitados a la hora del baile: saben como manejar a su compañera, como marcar los pasos para lograr una coreografía delicada, intima. Ellas, saben cómo seducir con su mirada misteriosa y sus labios carmesí. Acompañan con un abrazo cómodo y natural, saben como reconocer las pautas que le indican para que lado girar y la forma en que deben mover sus brazos y piernas. Y se entregan a la danza sólo por algunas piezas. Los tangueros – tangueros forman parte de un círculo relativamente cerrado, muchas veces son considerados exclyentes a la hora del baile. Se conocen entre sí, y más que habitués, son invitados de la casa. Entre ellos, Carlos se autoconsidera un tanguero duro que frecuenta distintas milongas de la Capital Federal. A sus 53 abriles, pasó gran parte de sus noches moviendo sus pies al compás del bandoneón. Se siente dichoso al poder tomar de la cintura a una compañera de baile para recorrer todos los rincones de la pista de baile. Nunca llega antes de las dos de la madrugada. Todos los viernes, previa cena con amigos, se dispone a mover sus zapatos azabache lustradísimos hasta el amanecer. En esta oportunidad, lo acompaña su amiga Mabel, dueña de una figura estilizada que, dice, siempre cuidó. Ambos son amantes de la música rioplatense, de Edmundo Rivero y Hugo del Carril. Son compañeros de la vida y del baile hace añares. Sin embargo, Carlos también se siente a gusto enredando sus piernas con las de alguna gringa que quiera acompañarlo con un tango. Al final de cuentas, sólo se trata de bailar.

De etnógrafos y cronistas

De etnógrafos y cronistas

Los estudios etnográficos, al igual que el resultado final de una crónica, utlizan métodos investigativos con el fin de dar cuenta de ciertos aspectos hasta entonces desconocidos. La entrevista, la observación, la indagación profunda de temas específicos, la descripción minuciosa, entre otras, son las herramientas que ambas disciplinas utilizan para dar a conocer, desde un punto de vista distinto, cietas problemáticas que informan y enriquecen a quienes pueden conocerlas. De esta manera, cobran importancia los detalles de las descripciones y los testimonios recopilados como trabajo de campo para la comprensión de distintos ámbitos culturales. Se trata de armar un rompecabezas indagando e investigando. Desde este punto de vista, y basándose en la multiplicidad de enfoques posibles, la labor del etnógrafo y la del cronista admite subjetividades que le dan cierta libertad a la investigación que en otros ámbitos no podrían ser consideradas como “serias”. La incorporación de las experiencias, los puntos de vista, las creencias, costumbres y pensamientos de las fuentes indirectas son la base de la investigación del etnógrafo y el cronista, quienes toman como verosímiles a dichos testimonios con el fin de retratar “desde adentro” aspectos de la vida cotidiana de los grupos sociales. En conclusión, si bien los objetos de estudio son distintos, los métodos y enfoques utilizados por ambos especialistas son similares y comparten gran parte de su razón de ser.

Kimonos en la tierra roja, R. Walsh

Kimonos en la tierra roja

Rodolfo Walsh mediante una recopilación de testimonios adecuada que le permiten contar las penurias de una colonia de japoneses que arribó al territorio misionero bajo la promesa de un futuro próspero en tierras casi vírgenes y desconocidas, en un continente alejado de sus raíces, y que nueve años más adelante, golpeada por la inmanejable extensión selvática, intenta sobrevivir a duras penas.

El futuro prometedor se convirtió en un espejismo que se disolvió junto con la esperanza de las 90 familias orientales de crecer y prosperar económicamente en la tierra misionera. El clima, inversiones mal asesoradas, la falta de un plan estratégico que haga posible dicho crecimiento, provocó a inmigrantes japoneses grandes pérdidas.

Algunos pudieron, con mucho esfuerzo, salir a flote y comenzar, muy despacio, a consolidar una economía familiar relativamente estable. A otros, no les quedó más remedio que volver con los sueños quebrados y las manos vacías.

El interior, Marín Caparrós

El interior

Misiones

En su viaje a lo largo de Misiones, Martín Caparrós retrata en orden cronológico aquellas vivencias que recoje a bordo de su “erre”, haciendo una descripción minuciosa de cómo afectan los cambios de clima, de las imagenes que recibe mientras avanza ruta arriba, de los colores de esta vasta provincia, que va descubriendo a medida que descubre también las historias escondidas en medio de la selva misionera, la costumbre matera casi perdida, que renació y comenzó un proceso de crecimiento sostenido en los ultimos tiempos. Historias de empresarios que explotan a sus trabajadores, de pobladores que padecen enfermedades a raíz de inmensas papeleras que dicen cuidar el medio ambiente, de niñas que son obligadas a prostituirse en una ciudad fronteriza, de familias que toman la decisión de vender a sus hijos por no poder mantenerlos, de maestras mal pagas, de contrabando, trabajo aborígen y otras miserias que aquejan a quienes sobreviven en las tierras coloradas.
Niños que hablan castellano, portugués y guaraní, gauchos con machete y familias enteras que subsisten gracias a las plantaciones de yerba son los protagonistas de esta crónica en la que el autor recorre la ruta 14 en busca de testimonios con los que pueda recrear aquellos acontecimientos que influyeron y actualmente influyen en la vida cotidiana de quienes habitan este suelo norteño.
Tuve la posiblidad de conocer esta hermosa provincia, en reiterados viajes durante mi adolescencia, y pude comprobar, como dice Caparrós, que estas tierras virgenes, casi sin explotación turística (a excepción de las Ruinas de San Ignacio y las Cataratas del Iguazú, por su belleza natural, y la Triple Frontera, que linda con Ciuudad del Este, por su universo trucho y sobre todo barato) representa mucho más que la yerba mate y la madera cara. No sólo es una tierra donde se ha perdido la posibilidad de creer en un futuro próspero. Es también una provincia llena de riquezas naturales que podrían ser explotadas sanamente, dando trabajo digno a los misioneros que no emigraron por amor a su tierra.

La Argentina crónica, notas de lector

La Argentina crónica

Notas de lector



Operación Ja Ja

El autor retrata el mundo fuera de cámaras que agrega ese condimento especial a las comedias, que muchas veces pasa desapercibido de tanto que lo oímos. Es cierto que sin las risas “en off”, hasta los chistes de los cómicos más reconocidos quizá no causarían gracias. Por contactos, por perseguir un sueño de estrellato mediante algún bolo, por simples causlidades, los reidores forman parte de la televisión argentina, aunque oímos sus risas, pero tal vez nunca veamos sus caras.
El arte de la risa da trabajo a cientos de personas gracias a que las risas pregrabadas no tuvieron éxito como en Estados Unidos, donde la laff box elije el sexo y la edad de la risa deseada. En la televisión argentina, la “maquina de la risa” no pudo competir con las risas “en vivo” que los reidores imparten en forma natural y hasta pueden llegar a sonar espontáneas, a pesar que están ciudadosamente controladas.
Paradógicamente, para los reidores, reir es un trabajo “serio”, y cumplen con sus responsabilidades detrás de escena más allá de la propia situación personal. Como es el caso de Susana, una reidora que dos días después del fallecimiento de su padre, estaba nuevamente a las carcajadas, trabajando.


El caso Poblete. La fuerza del cariño

En esta crónica, el autor reconstruye, a trevés de una compleja telaraña de relaciones (a veces, hasta confusa) cómo fue que la familia Poblete perdió a una de sus integrantes durante la Junta Militar que llevaba a cabo una feroz dictadura en el año 1976. Esa muchacha, en el momento en que fue hallada, se llamaba Mercedes Beatriz Landa, y pertenecía a una familia bien acomodada de clase alta. La protagonista principal cambió su nombre por el de Claudia Victoria Poblete Hlaczik, pero no pudo cambiar su familia del corazón, aquella pareja la crió como hija propia, y que le ocultó la verdad hasta que la intensa búsqueda de su familia biológica pudo dar con su paradero, y comprobaron, análisis de ADN mediante, que pertenecía a ese grupo familiar. Para la familia Poblete, siempre será “Claudita”, aunque tengan muy poco contacto, aunque no los haya invitado a su casamiento por iglesia, aunque siga llamando “mamá” y “papá” a sus apropiadores.


Las hermanas satánicas

Gran parte de la población recuerda el extraño caso en que dos hermanas mataron a cuchillazos a su padre, en un rito “satánico”. Pero pocos, conocen la verdadera historia de sus protagonistas, y principialmente, el infierno que tuvo que vivir Gabriela Vázquez luego de ese triste acontecimiento. Su hermana enloqueció, y con ella, su realidad se trastocó por siempre. Es probable que muchos de los que hayan leído su historia en las páginas de los diarios de la época no conozcan realmente que Gabriela no estaba loca, ni pensaba que el diablo se encontraba en el cuerpo de su padre, ni que, erróneamente haya sido encerrada en un instituto psiquiátrico estando completamente cuerda. Las construcciones mediáticas muchas veces hacen que las verdaderas historias no trasciendan por el simple hecho que no venden tanto como la mirada que sentencia a personajes hasta entonces desconocidos a cargar una cruz injusta y prejuiciosa.

Operativo repulgue

Un mismo lugar, Famaillá, en la provincia de Tucumán aloja en su historia dos sucesos que poco tienen en común, y que sin embargo, conviven en la realidad colectiva de los habitantes zona. Por un lado, un famoso concurso de empanadas que no escapa a los arreglos propios de la sociedad política argentina, ni a las estrategias de venta y márketing de la actualidad; por otro, hogar de gran parte de los detenidos y desaparecidos de la dictadura militar, que dejó incompletas a muchas de las familias tucumanas durante esos años. El autor cruza las historias de los protagonistas para dar forma a una crónica sobre la Fiesta Nacional de la Empanada, donde los pobladores de esta ciudad de Tucumán organizan año a año la elección de una campeona de las empanadas, en un lugar que alguna vez supo ser cuna de la dictadura. Una festividad de gran repercusión local que no logra tapar con un simple repulgue un suceso tan aberrante.