lunes, 17 de noviembre de 2008

Cuento de Hermes Molaro

En este cuento de Hermes Molaro, puede observarse que se trata de una conversación, más allá de la falta de marcas que caracterizan a los diálogos (guión al comienzo, párrafo aparte cuando habla cada interlocutor, etc.). Tampoco se observan signos de exclamación, y en algunos casos, de interrogación, sino que es el lector quien debe interpretar qué tono estaría utilizando quién habla.

Tanto en el comienzo como en el final, pareciera que se trata de una conversación trivial y casual: el gusardián de las trinieblas y del sol se presenta, hecho que da origen a una serie de preguntas curiosas acerca de cómo es ese trabajo y su finalidad. Al final del cuento da la sensación que quién estaba interrogando al guardián, estaba, de hecho, interrumpiendo su labor: “Que el bien y el mal se apiaden de nosotros. Bueno lo dejo que tengo que seguir trabajando…”.

En ciertos pasajes parece que uno de los interlocutores reflexiona consigo mismo, hace un pensamiento “en voz alta”: “Ajá, nunca escuche hablar a un tipo tan limado, que interesante. Limado. No tiene importancia lo que digo, dígame y para llevar a cabo semejante trabajo, debe de tener poderes importantes”.

Al no dar datos respecto del contexto (marcas espacio temporales) en el que esta conversación se desarrolla, ni datos acerca de el aspecto físico de los interlocutores u otras características de ambos, el autor deja libre la imaginación del lector, para armarse en su mente la situación en la que se encontrarían los dos personajes.

jueves, 13 de noviembre de 2008

El anillo

Nombre: Albert Einstein

Lugar: Santiago de Compostela

Fecha: 29 de agosto de 1978

Fragmento de canción: I just can't get you of my head


Mónica era una mujer sumamente tranquila y trabajadora. Nació el 29 de agoto de 1978 en un pueblo del interior, y fue criada por una tía que le enseño cómo hacer correctamente todos los quehaceres. Cuando apenas era una adolescente, la recomendó a la amiga de una vecina que necesitaba una joven que pudiera ayudarla con las tareas que, por su edad, ya no podía hacer. Mónica se desempeñaba muy bien como empleada doméstica hace años en la misma casa. Su única familia era su patrona, Doña Alcira, una anciana de buenos modales que había emigrado desde su Santiago de Compostela natal hace añares, y se instaló en su actual casa en el barrio de San Cristóbal.

Mónica nunca imaginó que su destino iba a cambiar aquella mañana, cuando limpiando los muebles del living tiró sin querer la radio antigua que le hacía compañía todas las mañanas mientras quitaba el polvo al modular de algarrobo. El estribillo de esa canción iba a quedar en su memoria para siempre: “I just can't get you of my head” repetía la voz de esa mujer que cantaba en un inglés cerrado que ella nunca iba a entender. En aquel momento, sintió que el tiempo se detuvo por unos minutos. No sabía de que manera iba a reparar su torpe error, ni cuanto costaría reparar aquella reliquia que acababa de arruinar. Pedazos de madera, tuercas y tuerquitas se desparramaban por la alfombra azul. Doña Alcira dormía su siesta, así que se apresuró en juntar las piezas que conformaban la radio mientras intentaba pensar en una solución rápida.

Algo brillaba demasiado y no lograba confundirse con la gran cantidad de piezas diminutas que se encontraban dentro de la radio. Un anillo de oro, con brillantes algo desgastados se asomaba misterioso. Lo escondió en el bolsillo de su delantal ante la mirada fría de los retratos de quién sabe que familiares lejanos de Doña Alcira que se acomodaban armónicamente en el modular de algarrobo. Se sintió perseguida, agobiada, un calor insoportable la sofocaba al tiempo en que, sin pensar demasiado, escondía el anillo en el bolsillo de su delantal.

Entre sollozos explicó el accidente a su patrona, quién miraba fijamente los pedazos de radio cuidadosamente acomodados sobre la mesa. Supo que no podría reponer esa reliquia, pero se comprometió a regalarle una radio moderna para enmendar su torpeza.

Los días pasaban, y al tiempo que trataba de ahorrar unos pesos para la nueva radio, no podía sacar de su mente el anillo que descansaba en el cajón de su mesita de luz, tan brillante, tan oculto.

Ese martes se dirigió a hacer las compras al mercado para toda la semana. Cargada de verduras y artículos de limpieza, se metió sin pensarlo en la casa de empeños. Pensó que había encontrado la forma de reponer la radio de Doña Alcira sin ponerse en grandes gastos, ya que los tiempos eran duros y el sueldo no le alcanzaba para comprar esos minicomponentes ultramodernos que había visto en el mercado.

Doña Alcira nunca llegó a comprender por qué Mónica enloqueció de esa manera. La imagen de su empleada tirando al suelo todos los portarretratos del modular, gritando y llorando quedó grabada en su mente. Recordó que le agradeció por el obsequio y la besó en la mejilla cuando le dió el paquete. Recordó que juntas encendieron la radio, y la voz cantante de una mujer repetía: “I just can't get you of my head”.


miércoles, 12 de noviembre de 2008

Nota de lector: "Un día perfecto para el pez banana" J. D. Salinger

A través de este relato de Salinger, el lector puede configurar en su mente la personalidad de los personajes y los conflictos que atraviesan a partir de los distintos diálogos que se desarrollan en el cuento. Una madre asustada por el destino de su hija, Muriel, de viaje con su esposo Seymour, que volvió de la guerra bastante cambiado y con los problemas que esto acarrea.

La precencia de un psiquiatra da cuenta de las secuelas que la guerra dejó en la mente del esposo de Muriel, y que podrían llegar a manifestarse de un modo peligroso, poniendo en riesgo su vida.

El episodio con la niña en la playa resulta confuso y atemorizante a la vez. Un diálogo sin mucho sentido entre Seymour y una niña desprotejida por su madre, a quién no le preocupa que su hijita hable con un desconocido y vaya al mar con él. Esta figura aparece en contraposición con la madre de Muriel, quien todo el tiempo indaga acerca de las posibilidades de que algo malo ocurra y trata de convencer a su hija para que regrese con cualquier excusa. La atemoriza saber que esta lejos con un hombre que pueda cometer alguna locura. Seymour se pone al mismo nivel conversacional de la niña, y se produce un intercambio de palabras que mezclan la inocencia de la nena con la locura de Seymour.

El final resulta inprevisible teniendo en cuenta los antecedentes psiquicos de Seymour. Todo parece indicar que asesinará a su esposa pero finalmente termina suicidándose: “Echó una ojeada a la chica que dormía en una de las camas gemelas. [...]Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de calzoncillos y camisetas [...] Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Después se sentó en la cama desocupada, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien derecha”

Nota de lector: "El hombre que ríe" J. D. Salinger

Dos historias, una real y otra imaginaria, que son contadas en forma paralela dan forma a este relato de Salinger.

La saga del “hombre que rie” que es narrada por el Jefe de los Comanches, no busca ser un relato realístico, sino por el contrario, alimenta la fantasía del grupo de niños que espera con ansiedad un nuevo episodio de esta especie de héroe al que admiran: todos se sienten, de alguna forma, herederos y descendientes del “hombre que ríe”. Las aventuras y desventuras de este ser (no encuentro otra forma de catalogarlo) son contadas paulatina e improvisadamente. Hechos fantásticos, cualidades y poderes extraordinarios son el centro de atención de los comanches.

Por otro lado, pasajes de las experiencias de los Comanches y el enamoramiento del Jefe, John Gedsudski, se entremezclan con la historia inventada. Aparece la figura de Mary Hudson, en principio en forma misteriosa, sólo en una fotografía pegada en el autobús “masculino”. Luego, comienza a integrarse con el grupo: si bien al principio quién narra la historia la ve como una “entrometida”, más adelante comienza a verla como una buena bateadora para su equipo.

La ruptura de Mary Hudson con el jefe de los Comanches coincide con el final de la historia del “hombre que ríe”. En ningún momento se explican los posibles motivos de dicha ruptura, ni se hacen explícitos los sentimientos de John. Sin embargo, sus cambios repentinos de humor, o la pronunciación de palabras soeces delante del grupo de niños, dan cuenta que no se encontraba de ánimo para soportar ni siquiera el silencio que reinaba en el autobus.

El “hombre que ríe” quedó plasmado en la memoria del niño que narra en primera persona: la muerte (¿suicidio?) de su héroe siguió presente en su mente, a tal punto que relaciona un trozo de papel rojo con la máscara que “el hombre que ríe” utilizaba, y el temor de que el relato que lo atrapó durante 1928 pudiese ser real lo invade: “Llegué a casa con los dientes castañándome convulsivamente [...]”.


Nota de lector: "Nota al pie" R. Walsh

La estructura de este relato remite a la misma historia contada desde adentro, por el protagonista principal, león, un hombre poco afortunado tanto en el ámbito laboral como sentimental, y desde afuera, a través de la mirada de Otero, que, sorprendido por la muerte de León, intenta descifrar los posibles motivos de su muerte a medida que avanza con la lectura que el difunto dejó.

Los recuerdos que se instalan en la memoria cuando se produce una muerte quizás no tan sorpresiva de un ser cercano, reconocible aparecen a medida que la carta que escribió León va cobrando mayor protagonismo en el texto. Esto puede verse en la extención que ocupa como “nota al pie” a propósito del título.

Una crisis emocional producto de un trabajo mal pago con reconocimientos mínimos que llevan a León hacia una profunda depresión que culmina con su suicidio.

Su fuerte compromiso con el trabajo y su estrecha relación con la traducción se empañan a medida que no puede solventar sus gastos, a tal punto de llegar a vender sus pertenencias para preservar su salud. El agradecimiento que mantiene con Otero, quién lo hizo incursionar en el traductorado de libros que se vendían a bajo precio en los kioskos: “No he olvidado que todo ese mundo nuevo se lo debo a usted”. A pesar de su compromiso laboral, Otero lo veía como “un hombre de una cultura mediana, hecha a los tumbos, llena de lagunas y de prejuicios” cuya muerte “no era un acto de grandeza ni un arranque inconciente. Era la escapada de un mediocre, un símbolo del desorden de los tiempos”.

A medida que el relato avanza, una catarata de sensaciones, sentimientos, ironías, melancolía y resignación son parte de aquello que sucede en el cuarto de la pensión donde León vivía, y aquello que intenta explicar en su carta.

martes, 11 de noviembre de 2008

Nota de lector: "Fotos" R. Walsh

A lo largo del texto -y a través de una escritura desordenada y en ciertos pasajes, hasta confusa- se contraponen las figuras de dos amigos de la infancia, que nacieron en el mismo pueblo pero tomaron caminos completamente diferentes.

Ya en su niñez, Mauricio presentaba problemas de conducta e indisciplina, que confundía la rebeldía pre adolescente con una picardía cuasi maliciosa. A medida que va creciendo, su rutina cambiante de buscavidas puede detectarse en distintos pasajes del relato: “Yo estaba viviendo para nada, corriendo deun lado a otro como si el mundo me persiguiera. De golpe me despertaba en Esquel o en Salta. Nunca sabía lo que iba a hacer al día siguiente. Me sentía muy libre pero era falso. No era yo el que se movía”.

Por otro lado, Jacinto, proveniente de una familia protectora, mantiene una buena relación con su hermana Estela, quién lo mantiene al tanto de las novedades del pueblo a través de las cartas, y también con su madre, que lo cuida a la distancia mientras desarrolla sus estudios universitarios en Buenos Aires.

La frase que pronuncia la madre de Jacinto: “La vida es difícil porque está llena de caminos todos iguales y uno no sabe por cual agarrar”, marca el eje del relato. Mientras Mauricio intenta ganarse la vida como fotógrafo del pueblo, luego de recorrer el país en busca de su destino, luego de pasar por la colimba con los problemas de conducta que arrastró toda su vida, Jacinto, un abogado que comienza a incursionar en el ámbito político local, regresa al pueblo al frente de un estudio propio.

Un hecho clave, protagonizado por Paulina, la esposa de Mauricio, quién huye de un matrimonio violento para encontrar consuelo en los brazos de Jacinto, trae como consecuencia el incendio del negocio de fotografía de Mauricio y su posterior suicidio a orillas de la laguna que frecuentaba cuando era niño. Los pensamientos confusos de Jacinto al ver el cadáver dan cuenta de la relación fatal que mantenía Mauricio con la fotografía: “Lo que no se, Mauricio, es por qué te estás riendo y qué hacés con el revólver, por qué le has puesto un hilo atado del gatillo que viene hasta el disparador de la cámara donde trato de meterme para ver qué estás haciendo y qué es eso que te borra un costado de la sien”.

Por último, la imágen de su enemigo en el pueblo de Ferrocarril Sur, llamado Ordoñez retrata a la viuda de Mauricio casándose con su único amigo. Y otra frase que en algún momento la madre de Jacinto refirió a Mauricio: “No es malo, sino que tiene mala suerte”.

Nota de lector: "Esa Mujer" R. Walsh

Si bien el autor no nombra a “esa mujer” en ninguna parte del relato, claramente se trata del Eva Duarte y la odisea que su cuerpo tuvo que soportar desde el momento de su muerte. Pocos conocen la travesía que lo transportó de un lado a otro, las condiciones en las que se encontraba el cadáver y el aire místico que lo envolvió desde entonces. El protagonista, que narra en primera persona el encuentro fallido con el coronel, explicita desde un comienzo el motivo de su precencia en aquel lugar: “Yo busco una muerta, un lugar en el mapa”. Lo invade la impaciencia de conocer los secretos que el coronel no desea contar. Esa necesidad de tener conocimientos de aquellos datos, se diluye al ritmo que el whisky se termina y sólo quedan los hielos en el vaso. El ambiente oscuro le da un aire aún más misterioso al relato. Hacia el final del cuento, puede notarse la decepción del protagonista de irse con las manos vacías, o peor aún, con muchos más interrogantes en su mente: “Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no volveré nunca”. Finalmente, la última frase del coronel deja aún más devastada la posibilidad de que los secretos que esconde el cadáver salgan a la luz: “Esa mujer es mía”

Haber leído “Santa Evita” de Tomás Eloy Martínez hizo que este cuento de Walsh me remitiera a esa novela que trata la misma temática.


Autoevaluación a mitad del cuatrimestre

Desde el comienzo de cursada en agosto, me invadieron las típicas expectativas, ganas, desafíos y, por que no, temores. Aquellas sensaciones que los alumnos sí o sí sienten en algún momento de la carrera. A medida que las clases transcurrían, fui conociendo el modo de trabajo que se llevaría a cabo a lo largo de la cursada. La falta de práctica en la escritura fue la principal valla que tuve que aprender a superar, aunque estoy convencida que día a día puede mejorarse aún más, y que ese proceso de aprendizaje es infinito. Conocer algunas estrategias y recursos que enriquecen la ecritura, propuestas por distintos autores como Ulibarri en el bloque Entrevista, y Amar Sánchez en el bloque Crónica, fue la herramienta teórica que sirvió como base para mis escritos de aprendiz.

En el trabajo de Entrevista tuve la posibilidad de conocer una persona con una historia de vida sumamente interesante. Si bien ya poseía alguna que otra experiencia como entrevistadora, cada persona (entrevistada) es un mundo diferente y nunca se sabe a ciencia cierta que puede resultar del encuentro de dos desconocidos, uno que indaga y otro que responde. Muchos factores influyeron en el resultado final: la personalidad extrovertida del entrevistado, la experiencia previa de ambos en los roles que nos tocó interpretar, la distención del lugar de encuentro, los guiños y “perlitas”. Y, por supuesto, la imprevisibilidad que caracteriza este tipo de género. En el trabajo de edición, donde las palabras quedan plasmadas en un papel, tuve la posibilidad de darle un toque personal a una conversación de una hora cuyo eje principal era la vida de este personaje tan particular. Quedé conforme con el trabajo final, porque pude darle forma a la entrevista manteniendo la fidelidad de las palabras pronunciadas.

Realizar la crónica me resultó mucho más intrigante. Nunca antes había trabajado con este tipo de género y no sabía con precisión cómo debía organizarla. Haber leído el libro de compilación “La Argentina crónica” de Maximiliano Tomas, fue muy útil ya que me orientó en cuanto a la variedad de estructuras, estilos y recursos que podría utilizar. Con la excusa de que “es para un trabajo de la facultad” asistí a un lugar al que siempre había tenido ganas de ir. Me sentía rara al principio, pero a medida que el reloj avanzaba, me fui sientiendo más cómoda. Observaba a las personas, sus movimientos, sus gestos, los rituales que caracterizan ese tipo de ámbitos. Hablar con distintas personas, de distintas edades, enriqueció mi producción con distintos puntos de vista y experiencias que hicieron que esas personas se encontraran allí, en ese tiempo y lugar. Capté aquellas chispas, aquellas imagenes que habían quedado en mi memoria, para luego darle forma cronológica a lo que sería mi trabajo final. Fue todo un desafío enfrentarme con un género totalmente desconocido.

Las expectativas que me invadieron a comienzo del cuatrimestre siguen a la orden del día, ya que cada género que se trabaja en el Taller, es un universo distinto listo para ser descubierto.