lunes, 15 de septiembre de 2008

Segundo round: Cronica

A modo de práctica, una croniquita que se desarrolla en la UNQ:

Salgo del aula con el objetivo de recorrer la facultad, en busca de plasmar un registro de las impresiones que voy identificando a medida que avanzo. Enciendo un cigarrillo y comienzo a caminar con mi amigo Fabián. Una primera pregunta marcará el rumbo de mi mini paseo:

- ¿A dónde vamos?
-No se, caminemos.

Me detengo para leer un cartel que anuncia la Fiesta de la Primavera en la Unqui, e inmediatamente me viene a la memoria el festejo del que fui parte, el año pasado, en el mismo lugar.

Unos pasos más adelante, y la vista se satura de carteles y pancartas con propagandas políticas, tan típicos en épocas próximas a las elecciones internas de la Universidad.

Encaramos para afuera, pero el frío nos hace retroceder, obligandonos a cambiar el rumbo. Nos llama la atención un tumulto de gente detrás de la escalera. Un muchacho que parecía estar en el tema, nos contó que se estaba inaugurando la muestra "Rocambole" del artista Ricardo Cohen, y que permanecerá en la Universidad por algún tiempo. El autor de las obras se muestra resuelto, se saca fotos, firma autógrafos.

Se acerca la hora de volver... Una pregunta reflota en el aire:

- ¿Volvemos?

Reflexión sobre el género Entrevista

La entrevista puede resultar un medio más que interesante para conocer la “singularidad de algunas privacidades” (Archuf, 1994) que valen la pena ser contadas. Permite el contacto con el mundo, a través de historias de vida que merecen ser contadas. Es un género dinámico cuyo eje principal es una conversación entre dos personas, por lo general desconocidas entre sí, con un eje temático pautado de antemano por el entrevistador. Como lo apunta Archuf, “fragmentaria, como toda conversación, centrada en el detalle, la anécdota, la fluctuación de la memoria, la entrevista nos acerca a la vida de los otros, sus creencias, su filosofía personal, sus sentimientos, sus miedos.” Es decir, es una forma de acercamiento con el punto de vista del entrevistado, mirar el mundo con los ojos de otro.

En cuanto a los temas a tratar, Ulibarri aconseja organizar las preguntas en orden prioritario, y tratar de seguir el orden de las preguntas que se hayan preparado. Sin embargo, una fuerte presencia del azar puede desviar la conversación hacia puntos impensados. Respuestas controvertidas, interrupciones, evasiones, forman parte de esta actividad donde la capacidad del entrevistador por mantener el hilo de la charla es escencial para generar una reportaje interesante y ordenado. Por tal motivo, es conveniente estar preparado para modificar el orden del cuestionario, sustituir las preguntas, o improvisar sobre ciertos temas.

Los roles no son intercambiables: la relación entrevistado - entrevistador debería mantenerse a lo largo de la charla, siempre con un trato cortes y respetuoso, aunque muchas veces, por su carácter cotidiano, flexible y espontáneo, las formalidades se desdibujan y permiten un intercambio relajado entre los participantes. En ciertas oportunidades el reportero debe tomar las riendas de la situación para mantenerla “bajo control”. En palabras de Archuf: “¿Cómo funcionan los turnos en la entrevista? Parecería una pregunta irrelevante, por cuanto se trata en general de posiciones no reversibles, donde el cambio de voz estaría dado por la natural conclusión de la respuesta, y el rumbo de la charla por un “mutuo consentimiento”. Sin embargo, no escapa a ninguna de las tretas de las que tenemos una vieja experiencia: disputar el espacio del otro, desviar una pregunta, interrumpir un hilo narrativo, desautorizar, agredir, cortar la palabra.

Ante respuestas evasivas, es necesario prestar atención al posible motivo de esa actitud y contar con la rapidez para cambiar tono, buscar sinónimos, o repreguntar para evitar la incomodidad de la situación. Como dice Ulibarri: “Con temas polémicos, que probablemente favorezcan la renuencia del entrevistado, trate de imaginar con anticipación como intentará eludir algunas preguntas, y tenga preparadas opciones para repreguntar. Además, recuerde que mientras más clara sea para usted la situación, así fácil le resultará improvisar sobre la marcha

Consejos útiles a la hora de entrevistar y tips que es preferible no olvidar pueden encontrarse en los textos de Ulibarri y Archuf: en una charla que puede durar tanto 30 minutos como 2 horas y media, mejor estar preparado para registrar de manera óptima el amplio abanico de preguntas y respuestas que pueden llegar a sucederse.

martes, 9 de septiembre de 2008

Paradigma indicial y escritura

Indicios

Raíces de un paradigma de inferencias indiciales

Guinzburg, Carlo


En relación con la escritura


El texto de Guinzburg habla de la necesidad de identificar lo individual con la finalidad de que nada quede en el anonimato. Tanto Morelli como Mancini, desarrollan métodos interpretativos, que están basados en las características secundarias que identifican e individualizan a los seres humanos. Respecto de la escritura, cada uno tiene una forma particular de escribir y expresarse, y va dejando “huellas” a medida que la producción escrita avanza.

Estas huellas son indiciarias de lo que se busca comunicar, la adjetivación (un ejemplo entre muchos otros) es una forma de dar cuenta de esas huellas que guían al lector de acuerdo con lo que el escritor desea transmitir. A través de este paradigma, se logra reconstruir las características particulares que hacen única la manera de escribir de los seres humanos.

Tomando como punto de enfoque los detalles menos trascendentes, nace el método interpretativo basado en lo secundario, es decir, lo que está “oculto” y que hay que hallar. Las palabras nunca son inocentes: descubrir las huellas que el autor quiso borrar (o no) es una tarea que requiere afinar la mirada y sacar conjeturas para interpretar al mejor estilo Morelli aquello que nos permita ponernos en contacto con la escencia del texto escrito.


lunes, 8 de septiembre de 2008

"Música para camaleones" Truman Capote

Algunas apreciaciones:

*descripción minuciosa y detallada
*en principio parece ser una entrevista, pero mezcla otros géneros, como la crónica y la narratción
*hilo conductor no es fñacil de identificar - multiplicidad de temas
*diálogo siempre presente
*intercambio de roles (entrevistador-entrevistado) que presta a confusión del lector
*situación de paridad - conversación
*presencia de imagenes visuales
*continuidad de imagenes que producen efecto de extrañeza

Nota (shhh)

Antes de publicar la entrevista, pasó por varios filtros que me ayudron a afinar la mirada y replantearme algunas cuestiones de presentación y corrección. Amigos y familiares se prestaron para funcionar como "lectores voluntarios", y me dieron una opinión objetiva en cuanto a mi producción. Algunas frases confusas, que podrían llegar a interpretarse de forma equivocada fueron modificadas total o parcialmente. Es probable que no haya reparado en ellas a la hora de redactar, quizás por tener en mis manos el material llamado "de primera línea" (archivo de sonido, desgrabación cruda). Pude entender la importancia de la opinión de los lectores en cuanto a la producción de un texto claro y entendible.

Entrevista: decisiones a la hora de editar

No es sencilla la tarea de editar. Se pone en juego una balanza dentro de mis pensamientos, dónde debo decidir que pesa más en cuanto a importancia y riqueza de la charla, y cuales son aquellos datos menos relevantes o accesorios.
En primer lugar, hice una breve presentación de mi entrevistado, y por qué me resulta interesante contar su historia, es decir, su particularidad. Luego, una introducción que atrape al lector, y lo invite a seguir leyendo el texto. A continuación, comienzo a hacer un recorrido por la charla que mantuve con mi entrevistado durante aproximadamente 45 minutos. Si bien mantuvo una tendencia cronológica, a la hora de editar elegí y reacomodé las respuestas para que el texto tenga un hilo conductor que mantenga la atención de los lectores.
En algunos casos, utilicé el estilo directo para dar autenticidad a la entrevista, y mantener la fidelidad a las palabras pronunciadas. En otros, el estilo indirecto presenta la voz del entrevistado, entre comillas, cuya función fue la de aseverar apreciaciones propias sobre determinados temas.
Busqué nexos entre los distintos temas que se fueron dando a lo largo de la charla, y los conecté de forma ordenda y lo más coherente posible.
Por último, una frase contundente que sirva de cierre. (nota: está última frase, no fue lo último que me dijo el entrevistado. Sin embargo, me pareció adecuada para generar una conclusión respecto del motivo de la entrevista).

Entrevista: sin pelos en la lengua

El primer paso para concretar la entrevista, fue coordinar con el entrevistado una fecha y hora conveniente para ambos. Luego de un repaso de las preguntas y el obligatorio chequeo de las pilas del grabador, estuve lista para comenzar. La buena predispocisión del entrevistado para contar las experiencias adquiridas a lo largo de su vida, facilitó muchísimo mi tarea. Quiso "espiar" las preguntas guías que había preparado de antemano, y que me ayudarían a mantener el hilo de la conversación sin olvidar ningún detalle.

Presté mucha atención a ciertos aspectos de la persona que entrevisté, como gestos, miradas, cambios en el tono de voz, en su postura..., así como también al sitio en el que me encontraba, un centro cultural cargado de anécdotas, ansiosos por ser conocidas.

En una entrevista, debe ser el periodista quién guíe la conversación. Ante algunas evasiones (también identificadas con la frase: “irse por las ramas”), es conveniente analizar el posible motivo para aquella actitud. Para evitar poner incómodo al entrevitado, o poner el riesgo la actividad que se está realizando, me pregunté hasta que punto se puede indagar sobre la vida privada de un desconocido al que estoy interrogando.

Salí de aquel lugar, con mi grabador lleno de historias, y con un nuevo desafío: lograr plasmar en palabras la escencia del aquel personaje.

Al ritmo del 2 x 4 - Entrevista a Armando Mazantini

Al ritmo del 2 x 4


Armandito” Mazantini tiene 80 años, y es profesor de tango. Hace 15 años, decidió dejar su actividad como arquitecto paisajista para dedicarse por completo a su pasión por la danza. Declara que bailar tango es “sólo cuestión de animarse y empezar”, y que los argentinos aún no se dieron cuenta de la importancia de conocer “los secretos del tango”.


Hacia el final del corredor, se encuentra de pie, ensayando algunos pasos de baile con un tango clásico que suena de fondo. Se saca el sombrero para saludar, y con su típica indumentaria arrabalera, invita a seguirlo con la enredada coreografía que improvisa, al ritmo de una voz melancólica acompañada por el sonido de un bandoneón. Señala unas marcas en el piso, que ayudarían a cualquier principiante a dar sus primeros pasos en la pista. Desliza sus zapatos lustradísimos con gracia y soltura. Sólo interrumpe su demostración para conversar con una parejita curiosa, que entra al centro cultural para preguntar por las clases particulares que aquí se ofrecen.


Armando Mazantini, a sus 80 años, reparte su tiempo entre sus dos pasiones: su familia y el tango. Se declara un amante incondicional de esta reconocida danza que mantiene su vigencia “gracias a que la juventud también está tomando el tango y lo está haciendo crecer”. Armandito, como lo llaman cariñosamente, comenta que hace tiempo dejó de trasnochar en la milonga (también reconocido como baile o festín por el lunfardo porteño) porque “mi fuerza y energía, que es la de un hombre mayor, la quiero emplear solamente lo imprescindible, que es enseñar, transmitir y de vez en cuando, para no quedarme, bailar con alguna profesional, un poco de práctica intensa para mantenerme en estado”.


El encuentro se concretó casi una semana después de solicitada la entrevista: Armandito tiene una agenda muy apretada, en la que organiza sus clases diarias, grupales e individuales, en varios lugares de Capital Federal.


A medida que la conversación avanza, recuerda aquellos tiempos en que el entrenamiento y la destreza en el baile era un requisito escencial a la hora de asistir a una milonga. La rigurosa selectividad de las mujeres para eligir un compañero de baile, obligaba a los hombres a practicar la danza entre ellos, turnando roles para practicar las figuras clásicas que les aseguraran estar a la altura de las exigencias femeninas: “un varón que supiera bailar, con los zapatos atados con alambre, por falta de recursos y de dinero, era más solicitado que el varón que no sabía bailar, trajeado, con sus zapatos y su pinta.” Armando destaca la importancia del abrazo en esta danza caracterizada por la sensualidad y la intensidad de la conexión entre los bailarines: “Un tango con una pareja abrazada, es como un romance que dura tres minutos con una persona desconocida, donde no hay ningún compromiso. Después de esos tres minutos, se terminó el romance, se terminó todo. Entonces ese momento lo tienen que disfrutar”


Sin embargo, no siempre se dedicó a dar clases de tango: “veía que económicamente no resultaba. Yo veía a los grandes del tango bailar por poca plata”. Sin olvidar su pasión por la danza, estudió paisajismo en la Facultad de Agronomía, y se dedicó a la especialidad de crear jardines con movimientos de agua, por lo que pudo destacarse y progresar como arquitecto paisajista. Participó en 100 exposiciones, y a lo largo de su carrera efectuó más de 4000 obras enmarcadas en la empresa que fundó hace 40 años, y que compartió con su hija y socia, hasta que decidió abocarse a su pasión desde siempre.


- ¿Cómo era trabajar junto a ella?

- Como éramos socios, la obra se componía de dos partes: yo me encargaba de la parte gruesa, de manejar al personal, excabaciones, algo de albañilería, las compras de insumos. Mi hija estaba en la parte artística, porque ella es pintora y escultora. Viendo que los años se me veían encima, hace 15 años atrás le dije: "Yo te quiero regalar la empresa que fundé, porque me quiero dedicar desde ahora hasta que me muera a bailar".


- ¿Dedicarse al tango fue una decisión que la tuvo que meditar mucho tiempo?

- Sí, lo pense mucho, y hable con mi familia. Lo primero que me preguntaron fue si iba a vivir del tango. Les dije que el tango no da para vivir, pero sumé y me di cuenta que puedo tener lo que quiero hasta que me muera sin necesitar de nadie, para evitar reproches. Por eso hice los números bien hechos y tomé la decisión. Primero fue resistida un poquito, porque el tango se relacionaba siempre con el cabaret, el cafisho, el prostíbulo... Siempre fue mal visto. Pero eso fue cambiando y mi familia me acompaña porque me ve muy contento con lo que hago.


Con el apoyo de su familia, y el entusiasmo de poder enseñar sus conocimientos y habilidades en la pista, Armandito se calzó los zapatos de baile y se animó a cambiar su rutina diaria y su estilo de vida para abocarse a su labor como docente.


Se enorgullece al hablar de su matrimonio, y declara que está enamorado de su mujer, una artista plástica con la que se casó hace 56 años, hecho que se toma con mucho humor: “Ya pasé por las bolas de oro y ahora voy por las bolas de diamante, que son 60 años de casado” (risas). Se considera un referente casi único en el ambiente, “porque a pesar del tango pude conservar una misma mujer y formar una linda familia”


- ¿Por qué eso es algo tan particular en el ambiente del tango?

- Porque me supe cuidar. Es como entrar en un gallinero y es muy dificil que uno no se ensucie. Sin embargo, uno puede estar ahí, y entrar y salir sin ensuciarse, pero con mucho cuidado. Porque lo que no me gustaría que me hiciera mi mujer, yo no se lo quería hacer a ella. Eso fue lo que me permitió conservar la mujer que tengo.


Los cuadros de su esposa adornan las paredes que conforman la pista de baile del Centro Cultural San Pedro Telmo, ubicado a metros del Parque Lezama, donde Armando enseña las técnicas del 2 x 4 de lunes a jueves, y los domingos ofrece una clase abierta y grupal, en la que sus alumnos demuestran sus habilidades a los visitantes de la reconocida feria de la calle Defensa.


A pesar de su trayectoria como docente, Armandito no se considera como tal: “El mejor maestro del tango, es la práctica. El tango es una música imposible de bailar sin sentimiento. Quiere decir que si para bailar tango hay que poner un sentimiento, los que dicen que son maestros, mienten, porque los sentimientos no se pueden enseñar. Yo no puedo enseñar el sentimiento que hay que poner para bailar tango, eso nace en cada uno. A mi me dicen que soy maestro, pero no lo digo yo eh!, me lo dicen ellos”.


- ¿Usted como se autoconsidera?

- Yo me considero un entrenador, un instructor. Yo enseño figuras, técnicas, ejercicios, y con todo eso se puede bailar, pero el sentimiento, lo verdadero del tango, aparece cuando uno lo coloca. Por eso es que las vivencias están en el cuerpo, pero lo tiene que sentir cada uno.


Armando aprovecha el creciente interés de los turistas que vienen en busca del verdadero tango argentino, ansiosos por aprender algunas figuras del 2 x 4 para mostrar en sus países natales. El boom del tango en el exterior es tal que se organizan competencias y festivales que hasta pueden durar varios días, a los cuales se inscriben gran cantidad de participantes de una variada gama de nacionalidades. Los aprendices extranjeros pagan hasta $100 por clase para conocer los movimientos que les permitan lucirse en alguna de las tantas milongas porteñas que se reparten por distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires.


La inevitable tendencia de los extranjeros a relacionar a los argentinos con el tango, llevó a Armandito a dar clases en el Congreso de la Nación: “los legisladores que viajan a todo el mundo por distintas razones, se encontraron que ahora llega una delegación de argentinos a una recepción, a un cóctel o a una reunión ¡les piden que bailen tango! y claro, arrugan porque no saben”. Todos los viernes les enseña a diputados y senadores de entre 40 y 70 años, a aprender los movimientos tangueros que tan solicitados son en el exterior del país.


Aún se sorprende al comparar el interés de los extrajeros con el de los argentinos por la típica danza porteña: “a pesar de la gran movida que hay en Europa y Estados Unidos, muchos argentinos viendo, leyendo lo que está pasando allá, piensan: '¿Qué le vieron de importante?' y yo les contesto: 'Búsquen de ver ustedes dónde esta la importancia del tango'. Hay que empezar a bailar.”


Teniendo pleno conocimiento de que “sólo una pequeña parte de los argentinos lo bailan”, expresa que “es lamentable que uno vaya a una reunión, o a un casamiento, y todos salgan a bailar el carnaval carioca, las mesas quedan vacías. Pero cuando ponen un tango, todo el mundo se va a sentar y la pista queda vacía.”


-¿Por qué cree que la gente no se le anima al tango?

- Porque el argentino no lo tomó al tango todavía. Por eso es que yo les digo a mis alumnos, que un beneficio muy grande es precisamente ese, que cuando todos se borraron, ellos se quedan en la pista, porque saben bailar. Van a ser la admiración de todos, y van a tener la satisfacción propia de haber aprendido y saber bailar el tango.


Los sábados, Armando da clases de tango en el Hospital Británico para personas mayores de 60 años, en el marco de un programa llamado “Vivir la vejez plenamente”, ideado y coordinado por una de sus nietas que es psicóloga. Los asociados al plan de salud del hospital se acercan por curiosidad, y luego de las primeras clases su entusiasmo es tal que tienen como objetivo demostrar que a pesar de su edad, es posible aprender a bailar tango. “Estoy en esa tarea que me encanta. La hago con mucha vocación y amor en el corazón”


A lo largo de la charla, Armando despliega su amplio abanico de conocimientos acerca del tango, porque es parte de la historia que lo conforma. Y no repara en modestias para admitir que es admirado por alumnos, espectadores y otros profesores de tango.


- ¿Cómo se lleva con sus colegas?

- Mis colegas están fascinados, y soy un gran referente para ellos porque a esta edad se puede hacer lo que yo hago. Yo no voy a competir con ninguno de ellos, no puedo competir con la juventud ni con mis colegas. Yo lo que les puedo decir es que a los 80 años, bailo. Y ellos saben como bailo, por eso me aprecian mucho, simpatizan conmigo, me dicen: "Ojalá que yo a los 80 años pueda bailar como vos". Soy un ejemplo para muchos.


Siempre sosteniendo una mirada intensa, asegura que no se arrepiente para nada de haber dejado el paisajismo por el tango: “Tomé esa decisión porque pensé que con el tango sólo iba a disfrutar de lo que me gusta hacer. Pero me encontré con una veta económica, porque me está yendo muy bien como docente. Fue algo inesperado. Uno toma deciciones, a veces acertadas y otras desacertadas. Y yo acerté”.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Entrevista cruda / Armando Mazantini

Entrevista a Armando Mazantini
80 años, profesor de tango

- Armando, cuénteme en que barrio nació, dónde creció, dónde pasó su infancia...
- Yo nací y crecí en La Boca, barrio en el que hice la primaria... al secundario no llegué. No llegué porque en aquella época, de diez chicos que salían de la primaria, dos iban a estudiar, y ocho se dedicaban a aprender un oficio. En ese momento, por la crisis económica, a los padres les resultaba muy caro mandara los chicos a la escuela. Hoy la cosa cambió totalmente, de diez chicos que salen de la primaria, seguramente que más que dos van a aprender a la Universidad, buscan un título. Y uno quizás busca un oficio. Entonces nos encontramos con esa tendencia de cambio, de que hay un plomero, un albañil, un pintor, no se encuentran por ningún lado. Y chicos con título hay montones. Piden un aviso, chicos con título, hay una cola de tres cuadras, y un plomero no lo podés encontrar. Entonces quiere decir que esa tendencia, ese cambio, perjudicó bastante a la parte de oficio. Yo les aconsejo a los chicos hoy, que piensen también en un oficio como un buen medio de vida.

- Desde su experiencia, ¿considera que es más rentable un oficio que una carrera universitaria?
- Sí. Yo a los 14, 15 años entré a un taller de tornería, porque Europa estaba en plena guerra, y esos países necesitaban mucho de la Argentina porque allá se destruía todo. Era un buen momento para evolucionar con las industrias, con los oficios. Hasta juntar huesos por la calle era hacer plata. Los trapos eran plata, el vidrio era plata, los hierros eran plata, todo era plata, entoces se vivió un momento de esplendor en la Argentina económicamente. Se abrieron las puertas de las grandes industrias. Eso después fue cambiando, porque cuando se empezó a reconstruir Europa, se arreglaban entre ellos y ya no nos necesitaban.

- Y bueno como todo proceso de crecimento, tiene altibajos...
- Exactamente, yo viví ese momento de esplendor con mis 17 años y con mucha plata, porque la juventud ganaba mucha plata en ese momento, me podía dar todo tipo de gustos, todo tipo de vicios. fue ahí cuando conocí las milongas, los cabarets, ya me gustaba escuchar las orquestas, bailar con las orquestas más famosas que pasaban por la Argentina.

- ¿De joven ya tenía interés por la música en general, y por el tango en particular?
- Sí, desde los 16, 17 años. Tenía por un lado mi oficio en la tornería, y por otro lado, de noche, me volqué a la milonga, me gustaba mucho el baile. Pero enseguida no fui a bailar, había que tener un cierto entrenamiento. Las chicas que iban a los bailes tenían que ver primero lo que hacía el hombre para después permitirle bailar con él.


- Había que tener un cierto nivel entonces para animarse a la milonga...
- Las chicas eran muy selectivas en ese momento, entoces el varón que no sabía bailar tango tenía que ir a aprender. Pero como en ese tiempo no había academias, ni clases de tango como lo hay ahora, teníamos que recurrir a una estrategia. Entre hombres nos ayudábamos, uno hacía de mujer y otro de varón, para poder sacar los básicos, las figuras clásicas de ese momento, cosa de que cuando ibamos a bailar los sabados o domingos, mostrábamos lo que sabíamos hacer entonces las chicas... Por eso es que quizás en ese momento un varón, con las zapatos atados con alambre, por falta de recursos y de dinero, era más solicitado que el varón que no sabía bailar, trajeado, con sus zapatos, su pinta y todo eso...
- Entonces mientras supiera bailar tenía exito.
- Las mujeres querían bailar, no le importaba quién era, si era viejo, joven... Iba sólo por la pasión al baile, no había otra intensión. Entonces había que saber bailar. Ahí fue cuando me interesé mucho por el tango y progresé bastante.

- ¿Qué lugares frecuentaba para demostrar y mejorar sus habilidades como bailarín?
- Ya para esa época empezaron a aparecer algunas academias de baile. Yo aprendi en la primera academia de tango que hubo en la Argentina, que se llamada Dopazo. Estaba en el centro, en Salta y Rivadavia. Después empezaron a abrir otras, y conocí por suerte a Antonio Todaro, que fue el mejor maestro y aún hoy los grandes, los consagrados lo mencionan siempre como una gran profesor.

-Era muy reconocido entonces.
-Sí, muy reconocido, especialmente como docente, como profesor de tango.

- ¿Usted fue a aprender con él también?
-Sí, yo aprendí mucho con el. Después me enamore de mi actual mujer, yo tengo 56 años de casado.

- Ahhh entonces ya pasó las bodas de oro hace rato...
-Yo ya pasé por las bolas de oro y ahora voy por las bolas de diamante, que son 60 años de casado. [risas]. En el ambiente del tango, yo soy un referente casi único diriamos, porque a pesar del tango pude conservar una misma mujer y formar una linda familia con dos hijos, tengo 5 nietas, todas de tu edad más o menos.

-¿Y por que eso es algo tan particular en el ambiente del tango?
-Porque me supe cuidar. Es como entrar en un gallinero y es muy dificil que uno no se ensucie. Sin embargo, uno puede entrar en un gallinero, y con mucho cuidado, entrar y salir sin ensuciarse, pero con mucho cuidado. Porque lo que no me gustaría que me hiciera mi mujer, yo no se lo quería hacer a ella. Y eso fue lo que me permitió conservar la mujer que tengo.

- ¿A ella la conoció bailando?
- No, ella no tiene nada que ver con el tango, es artista plástica. Todas esas obras que ves ahí, [señala los cuadros que adornan las paredes que conforman la pista de baile] todos esos cuadros, son de mi mujer. O sea que ella volcó toda su vocación a la pintura, como yo volqué todo mi amor y mi vocación al tango.

- ¿Siempre se dedicó a bailar tango?
- No, el tango en un momento lo tuve que interrumpir, porque veía que económicamente no resultaba. Yo veía a los grandes del tango bailar por poca plata. Entonces estudié en la escuela de paisajismo en la Facultad de Agronomía y empecé a trabajar como paisajista. Tuve la suerte que me dediqué a una especialidad, dentro de la jardinería, me dediqué a hacer jardines con movimientos de agua, lo que me hizo destacar, progresar, y ganar mucho dinero. Partcipé de más de 100 exposiciones de paisajismo, y me denominaron arquitecto paisajista, porque ese título no lo da la facultad, sino que uno lo es por su condición de ser creador.

- Entonces ese título se lo gana uno.
- Exacto, porque un arquitecto es el que proyecta y crea, al igual que el arquitecto paisajista también proyecta y crea. Yo tengo más de 4000 obras efectuadas de jardines con movimiento de agua. Pude hacerlo en todos los 'tenedor libre' chinos, desde que vinieron a la Argentina, en más de 60 restaurantes chinos estan mis obras. Porque a los chinos les gusta mucho el agua, es muy importante para ellos, como lo explica el feng shui. Dicen que el agua tiene ese efecto sedante en el cuerpo, que trae suerte... y todo eso me permitió que cuando abrían un restaurant chino, me llamaban a mi para que hiciera las obras.
-¿Y cómo lo convocaban para hacerlas?
-Yo fui el primero al que llamaron, cuando empezó el primer tenedor libre en Argentina. Tuve la suerte de que les gustó lo que hice, y como es una colectividad muy cerrada, cuando ellos necesitaban algo me llamaban a mi por recomendación. Me gané el prestigio entre ellos de manera tal que hoy toda esa colectividad está conmigo.

-¿Hay personas de la colectividad china que vengan a aprender tango con usted?
-Por lo menos conmigo no, pero en los concursos internacionales también hay parejas de chinos que bailan tango. El tango copó el mundo... En Rusia, que es la meca del ballet, están enloquecidos con el tango.

-¿Y cree usted que es lo que atrae a tantos extranjeros respecto de la escencia del tango?
-En primer lugar es un desafío. Hay que ser muy valiente para prenderse en el tango, reconocida como una de las danzas más dificiles de bailar, entonces sólo los valientes se atreven. Pero el que se atreve, empieza a descubrirlo, porque sólo los que bailan el tango son los que conocen sus secretos, porque lo vivencian en su cuerpo. Solamente para vivenciarlo en el cuerpo, hay que sentirlo, hay que bailarlo. El que no baila tango, esos secretos no los conoce. Por eso le decía recién a una parejita que vino acá, que los argentinos todavía no lo han descubierto, es una pequeña parte de los argentinos que lo bailan.

- ¿Cómo está visto en el extranjero que muchos argentinos no sepan bailar tango?
- En Europa, en Estados Unidos, piensan que por el sólo hecho de ser argentinos, ya sabemos bailar tango y no es verdad, no es así. Por eso es que yo ahora tengo mucha suerte como profesor de tango en el Congreso de la Nación. Los legisladores que viajan a todo el mundo por distintas razones, se encontraron que ahora llega una delegación de argentinos a una recepción, a un cóctel o a una reunión, lo que sea, y dicen: "Argentino! Tango!", ¡les piden que bailen tango! y claro, arrugan porque no saben. Ahora pusieron por ley en el Congreso, que los legisladores tienen que saber bailar tango. Entonces yo les enseño por lo menos un básico para que no arruguen en el exterior. Es lamentable, que uno vaya a una reunión, o a un casamiento, y todos salgan a bailar el carnaval carioca, las mesas quedan vacías. Pero cuando ponen un tango, todo el mundo se va a sentar y la pista queda vacía.

-¿Por qué cree que la gente no se le anima al tango?
- Porque el argentino no lo tomó al tango todavía. Por eso es que yo les digo a mis alumnos, que un beneficio muy grande es presisamente ese, que cuando todos se borraron, ellos se quedan en la pista, porque saben bailar. Van a ser la admiración de todos, y la satisfacción propia de haber aprendido y saber bailar el tango. Muchos creen que el tango no se acepta porque es dificil y complicado, pero lo complicado lo hace uno. Yo cuando doy mis clases en el Congreso, o en el Hospital Británico, o acá [en el centro cultural], demuestro que con una sola figura, tomo la dirección de pista que va en sentido contrario a las agujas del reloj, saco una mujer en una punta y la hago trasladar por toda esa dirección de pista y nos van a aplaudir. Sin embargo, hice una sola figura en esa demostración, entonces no es tan complicado.

-Entonces es cuestión de animarse.
- Sí, animarse y empezar. Y después se aprende haciéndolo. Pero el mejor maestro del tango, es la práctica, el tango es una música imposible de bailar sin sentimiento. Quiere decir que si para bailar tango hay que poner un sentimiento, los que dicen que son maestros, mienten, porque los sentimientos no se pueden enseñar. Yo no puedo enseñar el sentimiento que hay que poner para bailar tango, eso es de cada uno. A mi me dicen que soy maestro, pero no lo digo yo eh!, me lo dicen ellos.


- ¿Usted como se autodenomina?
-Yo me considero un entrenador, un instructor, yo enseño figuras, técnicas, ejercicios, y con todo eso se puede bailar, pero el sentimiento, lo verdadero del tango, aparece cuando uno lo coloca. Por eso es que las vivencias están en el cuerpo, pero lo tiene que sentir cada uno. Para mi, una de las cosas más importantes del tango es el abrazo, por la necesidad de una mujer de ser abrazada por un hombre, y la necesidad de un hombre de abrazar a una mujer. Un tango con una pareja abrazada, es como un romance que dura tres minutos con una persona desconocida, donde no hay ningún compromiso. Después de esos tres minutos, se terminó el romance, se terminó todo. Entonces esos tres minutos los tienen que disfrutar, porque es muy intenso como una conexión entre el hombre y la mujer.

-¿Y cómo es esa relación entre un hombre y una mujer cuando están bailando?
En el tango el hombre tiene el poder y la dominación, y la mujer tiene que hacer algo, que no le gusta escuchar a ninguna mujer, que es someterse al hombre, porque el código y las marcas las maneja el hombre. La mujer para bailar tango tiene que conocer cuáles son esos códigos y esas marcas de baile. El hombre tiene un problema, tiene que pensar en lo que tiene que hacer él y cómo transmitir a esa mujer lo que ella debe hacer. Por eso es que en cualquier baile, hay una gran cantidad de mujeres y siempre menos hombres. Ahora se esta equiparando un poquito porque el hombre entendió que es muy importante bailar tango. Eso es lo que nos trae la gran movida que hay en Europa, acá muchos argentinos viendo, leyendo lo que está pasando allá, piensan: "¿Qué le vieron de importante?" y yo les contesto: "Búsquen de ver ustedes dónde esta la importancia del tango". Hay que empezar a bailar.

-Sí, en el exterior el tango llama mucho la atención y cada vez son más las personas que bailan tango en lugares bastante alejados...
- En Finlandia por ejemplo, hay un festival que dura cuatro días y cuatro noches, van aproximadamente 400 mil personas. El alcalde de la ciudad donde se realiza, tiene un gran problema porque no tiene dónde alojar a tanta gente, que duermen de cualquier manera y en cualquier lado pero hay 400 mil personas bailando tango. En Estados Unidos, [señala una fotografía en la pared] eso es Washington, ahí esta el capitolio, esta el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y todos los días a las siete de la tarde, la gente se saca la ropa de oficinista y se pone a bailar tango en una plaza, es una cosa increíble.

-Es increíble que pase allá y no acá...
- Acá debería suceder, porque es donde nació el tango.

-¿Usted tuvo la oportunidad de asistir a alguno de esos festivales en el exterior?
- No, porque yo siempre me dedique a mi actividad, y el tango era mi pasión, lo que más me gustaba hacer, pero no profesionalmente. Viendo de que los años se me venían encima, dejé mi empresa en la que estuve por 40 años. Mi hija era mi socia, y hace 15 años atrás le dije: "Yo te quiero regalar la empresa que fundé, porque me quiero dedicar desde ahora hasta que me muera a bailar".

-¿Cómo era trabajar junto a ella?
-Cómo eramos socios, la obra se componía de dos partes: la parte gruesa, de manejar al personal, excabaciones, algo de albañilería, las compras de insumos, de la que me encargaba yo. Mi hija estaba en la parte artística, porque ella es pintora y escultora.

-Entonces ustedes son una familia de artistas
-Sí, porque mi señora es pintora, y le transmitió mucho a mi hija de lo que ella aplicaba a las obras. Mi hija en este momento está haciendo algo único en Argentina, que son cascadas con murales. Trabaja con una selecta minoría, porque el que accede al trabajo que hace ella, directamente es porque no sabe que hacer con la plata. Porque uno siempre tiene prioridades, y ¿quién va a tener como prioridad tener una cascada, un mural o un jardín con movimiento de agua? Sólo una minoría a la que mi hija pudo entrar a través de grandes exposiciones.

-¿Dedicarse a dar clases de tango fue una decisión que la tuvo que meditar mucho tiempo?
-Sí, lo pense mucho, y hable con mi familia. Lo primero que me preguntaron fue si iba a vivir del tango. Les dije que el tango no da para vivir, pero sumé y me di cuenta que puedo tener lo que quiero hasta que me muera sin necesitar de nadie, para evitar reproches. Por eso hice los números bien hechos y tomé la decisión. Primero fue resistida un poquito porque el tango, se relacionaba siempre con el cabaret, el caficio, el prostíbulo... Siempre fue mal visto, cosa que en Europa no lo conocen, no saben nada de eso, y no les importa entonces allá, lo tomaron de otra manera.

-Tomaron sólo la parte artística y no todo lo que lo rodea.
-Los prejuicios que tenemos nosotros los argentinos ellos no los tienen. Pero acá hace un tiempo que se están dejando de lado esos prejuicios, gracias a que la juventud también está tomando el tango y lo está haciendo crecer. Fue así que tomé esa decisión porque pensé que con el tango sólo iba a disfrutar de lo que me gusta hacer. Pero me encontré con una veta económica, porque me está yendo muy bien como docente. Fue algo inesperado, uno toma deciciones, a veces acertadas y otras desacertadas. Y yo acerté.

-O sea que no se arrepiente para nada de haber dejado el paisajismo por el tango.
-No, para nada. Al contrario, cada día veo que crezco más. Fijate que ahora vos me estás haciendo este reportaje, mañana tengo una [entrevista] documental para mostrar cómo y dónde enseño, también voy a estar en una exibición de tango. Soy el protagonista de una película llamada “El Portón”, la está filmando una empresa alemana. En la película soy un viejo bailarín que añora y recuerda cuando era joven. Aparezco vistiéndome delante de un espejo, en una casona antigüa, de la década del '30. Me estoy poniendo el sombrero, hago un giro de tango y abro la puerta como yéndome a la milonga.

-¿Qué tipo de persona viene a aprender tango con Usted?
-En el Congreso de la Nación aprenden legisladores en función, y fuera de su función. Son personas de entre 40 y 70 años. También doy clases en el Hospital Británico, soy parte de un programa que se llama "Vivir la vejez plenamente" y es para los asociados al plan de salud del Hospital, dónde nada más aceptamos gente de 60 años para arriba. Ahí hay gente que viene a tomar clases de tango hasta con bastón. Vienen primero para saber como son las clases de tango para gente tan grande.

-En principio se acercan por curiosidad digamos
-Claro quieren saber como son, porque piensan "¿Qué voy a hacer yo ahí?" Y se encuentran con un docente que les explica que dentro de esa edad que tienen, dentro de esta época que les toca vivir, no la que pasó, sino dentro de 'su' época, es posible bailar. Entoces comienzo la clase preguntandoles si es posible que ellos hagan esto [hace un paso básico del tango]. Entoces se animan y lo hacen. Después les pregunto si es posible que hagan este poquito más y los voy llevando.

-Es un proceso
-Es un proceso lento pero seguro de que los lleve a entusiasmarse de tal manera que ni soñaban ir alguna vez a una milonga, y yo se los coloqué como una meta, como un objetivo, que alguna vez puedan ir a bailar. O por lo menos en una reunión familiar, que les demuestren a la familia que aprendieron el tango. Estoy en esa tarea que me encanta que la hago con mucha vocación y amor en el corazón, porque para atender a este tipo de gente tan grande hay que tener vocación.


-Usted no hace diferencia para enseñar a gente joven o gente mayor
-No, para nada, yo soy docente, por eso es que yo directamente a la milonga no voy.

-Se dedica pura y exclusivamente a dar clases.
-Sí, mi fuerza, mi energía, la energía de un hombre de 80 años, dentro de poco cumplo 81, la quiero emplear solamente lo imprescindible, que es enseñar, transmitir y de vez en cuando, para no quedarme, bailar con alguna profesional, un poco de práctica intensa para mantenerme en estado. Yo ya no estoy para perder tiempo en la milonga hasta las tres, cuatro de la mañana.

-¿Cómo se lleva con sus colegas?
- Mis colegas están fascinados, y soy un gran referente para ellos porque a esta edad se puede hacer lo que yo hago. Yo no voy a competir con ninguno de ellos, no puedo competir con la juventud ni con mis colegas Yo lo que les puedo decir es que a los 80 años, bailo. Y ellos saben como bailo, por eso me aprecian mucho, simpatizan conmigo, me dicen: "Ojalá que yo a los 80 años pueda bailar como vos". Soy un ejemplo para muchos.

-Y los turistas se acercan a tomar clases?
-Si, por ejemplo, esta semana le di clases a una pareja de brasileros que me pagaron 10 clases por adelantado. Se fueron muy contentos, me dijeron: "Vinimos a Buenos Aires a buscar el verdadero tango argentino, y lo encontramos". Me quieren llevar a San Pablo!

- Ahhh es una buena propuesta! ¿Recibe muchas ofertas para dar clases en el exterior?
- Propuestas para viajar tengo muchísimas, pero no las acepto, primero porque tengo que dejar a mi señora y eso no lo voy a hacer, y segundo porque no busco fama ni prestigio. Yo quiero mi espacio, que es este lugar en San Telmo, los viernes en el Congreso, y los sábados en el Británico. Y si se me presenta alguna otra cosa la tengo que rechazar, porque no necesito más, ni por mi energía ni por la parte económica. Me alcanza con el espacio que tengo.