Nombre: Albert Einstein
Lugar: Santiago de Compostela
Fecha: 29 de agosto de 1978
Fragmento de canción: I just can't get you of my head
Mónica era una mujer sumamente tranquila y trabajadora. Nació el 29 de agoto de 1978 en un pueblo del interior, y fue criada por una tía que le enseño cómo hacer correctamente todos los quehaceres. Cuando apenas era una adolescente, la recomendó a la amiga de una vecina que necesitaba una joven que pudiera ayudarla con las tareas que, por su edad, ya no podía hacer. Mónica se desempeñaba muy bien como empleada doméstica hace años en la misma casa. Su única familia era su patrona, Doña Alcira, una anciana de buenos modales que había emigrado desde su Santiago de Compostela natal hace añares, y se instaló en su actual casa en el barrio de San Cristóbal.
Mónica nunca imaginó que su destino iba a cambiar aquella mañana, cuando limpiando los muebles del living tiró sin querer la radio antigua que le hacía compañía todas las mañanas mientras quitaba el polvo al modular de algarrobo. El estribillo de esa canción iba a quedar en su memoria para siempre: “I just can't get you of my head” repetía la voz de esa mujer que cantaba en un inglés cerrado que ella nunca iba a entender. En aquel momento, sintió que el tiempo se detuvo por unos minutos. No sabía de que manera iba a reparar su torpe error, ni cuanto costaría reparar aquella reliquia que acababa de arruinar. Pedazos de madera, tuercas y tuerquitas se desparramaban por la alfombra azul. Doña Alcira dormía su siesta, así que se apresuró en juntar las piezas que conformaban la radio mientras intentaba pensar en una solución rápida.
Algo brillaba demasiado y no lograba confundirse con la gran cantidad de piezas diminutas que se encontraban dentro de la radio. Un anillo de oro, con brillantes algo desgastados se asomaba misterioso. Lo escondió en el bolsillo de su delantal ante la mirada fría de los retratos de quién sabe que familiares lejanos de Doña Alcira que se acomodaban armónicamente en el modular de algarrobo. Se sintió perseguida, agobiada, un calor insoportable la sofocaba al tiempo en que, sin pensar demasiado, escondía el anillo en el bolsillo de su delantal.
Entre sollozos explicó el accidente a su patrona, quién miraba fijamente los pedazos de radio cuidadosamente acomodados sobre la mesa. Supo que no podría reponer esa reliquia, pero se comprometió a regalarle una radio moderna para enmendar su torpeza.
Los días pasaban, y al tiempo que trataba de ahorrar unos pesos para la nueva radio, no podía sacar de su mente el anillo que descansaba en el cajón de su mesita de luz, tan brillante, tan oculto.
Ese martes se dirigió a hacer las compras al mercado para toda la semana. Cargada de verduras y artículos de limpieza, se metió sin pensarlo en la casa de empeños. Pensó que había encontrado la forma de reponer la radio de Doña Alcira sin ponerse en grandes gastos, ya que los tiempos eran duros y el sueldo no le alcanzaba para comprar esos minicomponentes ultramodernos que había visto en el mercado.
Doña Alcira nunca llegó a comprender por qué Mónica enloqueció de esa manera. La imagen de su empleada tirando al suelo todos los portarretratos del modular, gritando y llorando quedó grabada en su mente. Recordó que le agradeció por el obsequio y la besó en la mejilla cuando le dió el paquete. Recordó que juntas encendieron la radio, y la voz cantante de una mujer repetía: “I just can't get you of my head”.