El primer paso para concretar la entrevista, fue coordinar con el entrevistado una fecha y hora conveniente para ambos. Luego de un repaso de las preguntas y el obligatorio chequeo de las pilas del grabador, estuve lista para comenzar. La buena predispocisión del entrevistado para contar las experiencias adquiridas a lo largo de su vida, facilitó muchísimo mi tarea. Quiso "espiar" las preguntas guías que había preparado de antemano, y que me ayudarían a mantener el hilo de la conversación sin olvidar ningún detalle.
Presté mucha atención a ciertos aspectos de la persona que entrevisté, como gestos, miradas, cambios en el tono de voz, en su postura..., así como también al sitio en el que me encontraba, un centro cultural cargado de anécdotas, ansiosos por ser conocidas.
En una entrevista, debe ser el periodista quién guíe la conversación. Ante algunas evasiones (también identificadas con la frase: “irse por las ramas”), es conveniente analizar el posible motivo para aquella actitud. Para evitar poner incómodo al entrevitado, o poner el riesgo la actividad que se está realizando, me pregunté hasta que punto se puede indagar sobre la vida privada de un desconocido al que estoy interrogando.
Salí de aquel lugar, con mi grabador lleno de historias, y con un nuevo desafío: lograr plasmar en palabras la escencia del aquel personaje.
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